miércoles, 6 de septiembre de 2017

Contando de a poco



Como les contaba, habían veces en que lograba pensar en grandes cosas,
hablo de mi infancia, ese territorio escudriñado por mi actual forma muchisimas veces.
Para mí todo era algo mágico,la lluvía que caía en invierno y las ventanas
todas empañadas, una taza caliente y un libro para niños.

De vez en cuando me asomaba al tejado por las noches a mirar las estrellas y contarlas,
en mi cabeza sentía las grandes explosiones sobre el cielo y las naves de múltiples colores.

Hubo un tiempo también en que medité largo tiempo, y me retiré,
poniendo el amor sobre la balanza, 
y entendiendo,
 los valores humanos.

Entendí al mundo, 
conocí su historia a través de cuentos y canciones.

Sobre más edad escribí mi primer poema,
era crudo como las hojas en otoño,
despedía un aire de nostalgia esas épocas,
dónde todos los recuerdos son azules.


La muerte se aproximaba con cada paso...

En un remoto espacio dentro de ti...

Busqué un hogar color caoba, 
busque una choza cálida,
creía que el hogar se construía donde se lograba sentir,
para descubrir que sentir no era suficiente,
y a veces dejar de sentir.

A veces se reían, a veces jugaban, a veces sólo dormían.

¿Qué haría yo en el juego de las rosas?

Recuerdo como si hubiese sido ayer,
la primera vez que dejé de sentir,
cada vez más profundo,
cada vez menos.

¿Estás bien...?

Pensarón alguna vez que no importaría,
que lo olvidarían, la infancia no es terreno de cobardes.

De vez en cuando había un ser gris detrás de la ventana,
a veces lucía como un payaso, 
con su traje blanco y  rojo,
a veces morado.

Pies pequeños, manos blancas,
servilletas de colores coleccionadas en un pequeño libro negro,
la máquina de escribir en la pieza del fondo,
el vidrio poroso que no dejaba vislumbrar el otro lado.









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