sábado, 29 de diciembre de 2018

En el jardín, las Almas respiran

Han florecido los niños y siempre son dos,
inician el viaje esperando destruir un Mundo,
cuando ha llegado se siente estremecer dentro.

Ellos esta vez mirando cálidamente el paisaje recuerdan lo que habían sido, y frente a todos entonan, firme, serenos, la inocencia perdida. Siempre fueron los temas que tenían que ver con nosotros,  ayer el sentimiento inundó mi habitación y no tuve nada más que hacer que quedarme desnuda mirando el paisaje, fortaleciendo una parte, la más bella.

En el jardín donde las flores eran más brillantes que ayer, solían vivir cuentos los que habitaban triunfantes. Los vi corriendo, cuando con su furia los atrapó, y queriendo unos ojos a la altura, se rió cuando sólo entendían unos pocos. No tenía más razones para quedarme, se me habían acabado todas las ideas y el silencia no se hallaba necesario. Pero la vi, mirando al Mundo como ellos lo desean, siendo paraíso exacto de aquellos heridos. Algunos murieron para permanecer inalterables, algunos se quedaron de pronto pasmados, cuando en el calor de sus ojos se hallaban desnudos. Y de pronto el final sólo es un río de plata que te baña los pies, y descansas, y miras, tentando al dolor y entrar profundo.

En un sueño es peor, te contó que pronto la furia natural derrumbaría Mundos y arrasaría con todo, tú quedarías quieta, cuando te diste cuenta que mirar desde allí sintiendo, era más intenso que el Sol. ¿Acaso los secretos eran reales? Eso que escuchaste, cuando enrealidad no debías.

Repetimos la marcha de la vida, siempre dos; y a veces creían que sólo ellos podían tentar al destino, repetir las palabras perfectas, arrancar las flores del jardín; la ira penetrante.

Y seguían siendo aquellos, detenidos, imperfectos, ruidosos. Esos que aún preferían ir al campo cuando era una elección desesperada para reparar un poco.

No tengo nada que decirte a ti, que eres pura gracia divina, en mi jardín te pongo como una flor y te dejo descansar, te pongo un niño que corre para distraer la imagen ideal del paraíso y al caerse llora.

El pensaba que necesitaba escribirle, y nuevamente al que ya no esperaba me susurro, mirándome fijo: "en cada Mar hay una orilla"