lunes, 24 de septiembre de 2018

Lo que se contaba

Yo había venido sólo, desbordándome siempre que podía como un gusano. Digo aquello desde el fruto mismo de lo prohibido, cuando se volvía necesario,  y en las palabras entretejía historias al límite entre lo que se volvía verde y negro, dónde lo verdadero se hacía para sentir realmente.

No fue reconfortante asumirlo, había pasado tanto tiempo que quedé incrédula, las historias habían sido siempre historias, pero ahora la puerta se habría nuevamente como a los niños, que juegan en el vaivén de la vida. Ayer parecí hecho de arena y hoy recobrando el fuego prometido, volvimos con más de lo que nos habían quitado, por presagio hayamos algo que entendíamos, y corrimos al bosque a gritarlo todo.

En el bosque la vida se hacía distinta, eramos tantos que cuanto pensábamos se hacía pequeño, y los días pasaban serpenteando junto al arroyo, eramos más sobre el verde y el viento. Distinguí algunos ritmos a medida que pasaba el tiempo, y lograba recordar a veces pasajes enteros sobre nosotros mismos. Porque me viste desnudo y perplejo, no porque hablarás, sino por tú llano llamado en silencio; hasta que recorrí las cosas hasta alcanzarte en la medida posible.

Alcanzarte era romperme en mi vacío, extrañar el alma y en mi remordimiento pleno, cumplir los designios del abismo. Me quedé mirando una flor y la pulvericé, que de bello hay en quejarse, sino la muerte, alta y plena. Dormir para sentirme cerca,  hablar del alma siendo sincero, la emoción la creación eterna, los vasos siguen ya están servidos.

Ahora lo veo claro, me construí aquel pueblo, lleno de mares y caminos. Y no creo que esté listo, y cuando te escribo estoy sola en mi habitación siendo demasiado poco.



Mi padre había sido un marino, no comprendo lo incomprensible. Discuto siempre y me revuelco en mis ideas, mi Madre rompió en llanto. 

Ahora calmo ruge, queriéndote; figura de fuego, rito del alma, fuego fatuo. Avisaste con tú hálito que habías llegado, gritando en estruendo. Corrías con el candor del Alma y la pillaste inmensa, tú rostro se oscureció y la mirada era dura, quisiste seguir creciendo y se te entumieron las mejillas, alzaste las manos frías y recobraste el aliento. Que de malo hay en morir, cuando se ha vivido demasiado; que de malo hay en querer, cuando morir es la meta. 

No reconozco tú cara ya, me ha mirado demasiado. Te escribo viejo, y tú aquí sentado no queriendo romper aquel huevo que te hizo diferente. Siendo sincero, sigo estando sólo sentado al borde del río escribiendo, día tras día, despojado del Sol bajo un árbol, queriendo una vida distinta siempre e incómodo. Incorfortable perenne, no muevo un dedo, me quedo quieto y arrojo todo lo que tengo al río, que fluye vigilante largo y frío. Y creían que era rico, creerían que sabía demasiado; sólo soy muy viejo para seguir cantando y bailando. Aquí vuelvo extraño, siempre extraño; y le escribo a las rosas y a los pájaros, y ya no creo en las tonteras que me contaron ayer ni en el mañana. Renunciando a la otra calma me vuelvo viejo, y no me complico demasiado; a veces joven recorro aquel pueblo, misterioso; para robarme una mirada cómplice y reírme luego, encerrarme en aquel jardín o volver a la orilla del lago, ellos querían saberlo también. 

Fin del jardín eterno, de los recuerdos robados, de las complicidades dentro de los sueños que me contaban cosas acerca de lo que estábamos pensando a cada momento, oráculo herético-. 




jueves, 20 de septiembre de 2018

Escribir fue algo que hice ayer

La vida y sus surcos, el paraíso que hemos perdido. Vivir se ha hecho inagotable, volviendo a vernos en el lugar místico, hemos elegido el más difícil. Hace días vengo pensando algo, toda una vida. Mis sentimientos se vuelcan como vino añejo.

No fue difícil arrojar la infancia, algunos pensaron, no querían ver realmente.
Odisea, volviste a encontrarme mil veces, te quiero en la transmutación, amor místico, alma inquieta.

Sobre el campo, a las orillas de un río, te vi sentado con el rostro sereno. Un árbol te daba la sombra necesaria para parecer frió, y todo lo que significaba, alzado en un canto se repetía en estos versos. Nadie pudo ver lo que ocurrió dentro de él, algo crecía inmensamente. Su cuerpo ante el calor del Sol, se tornaba débil y claro. Bajó del Cielo sembrando una emoción, cuando llovía, la Tierra crecía inmensa, y la tarde caía sobre sí misma.

Cree el juego más maravilloso de todos, los juegos de niños eran simples. Perderse está bien para aquellos que buscan. Dejando caer lo más valioso, el sacrificio honra tu sangre renacida. Aquello que hiciste una vez, también lo dejaste caer, nunca te detuviste, el Sol volvió a nacer.

Nada tiene que ver el Dolor, te dimos demasiada importancia.

Me hiciste quebrar con todas mis promesas,
La piedad me mira con sus ojos tiernos,
No me mires, alzada busco el eterno retorno, perdido entre los Dioses,
Es fácil decir mil cosas, cuando no se halla sentido.

Aquella mujer me tomó de las manos,
era feliz, pensando que significaba algo,
cuando en verdad la risa era nerviosa.

No tengo nada en común con ellos, tampoco fue necesario, entender. Quiero que ardan, los vi nacer. Tengo el Sol que arde dentro fuerte. Mis manos son la sed del recuerdo. No quiero dormir ahora, no quiero sentirme tranquilo. Mira bien quien te habla, pequeño trozo de ceniza.

Cuando intentabas quitarte la máscara, cuando maldecías desde el vientre, cuando viste al Mundo arder muchas veces, y desde arriba la luz era demasiado intensa, para quedarse más tiempo.Vacíos. Vacíos. Vacíos.

El hombre; mujer.

Ahora puedes estar satisfecho, has convertido de mi un abismo. Y sabes que no hallaré límites en provocarlo.

Aquella noche sola en el jardín, te vi sufrir entre las flores, tú, vestida de blanco y polvo. Te veías desecha entre tanta espina y tierra. Te paraste a mirar la Luna, y le gritaste infamias. Tocando tú cuerpo viril te sacaste la máscara. Ya no querías, te atormentabas con tú consciencia pesada como el hierro, y las mil caras con su afán tormentoso de vivir.

Haciendo de ti, cordura miserable, Reina de río interminable, vida misma. Tanto dolor habremos de soportar ante la llegada del gran triunfo, fuego inagotable. Sed maligna, anuncia el rito, grita fuerte, entonando el ritmo de la danza dulce del beso. Me inundas, sabiduría vieja inmortal, te reprochas por tú cara de virgen.

En tú forma supiste algo, inocente y destrozado, vuelve al camino, mirada atenta. Cuando supiste verte frente a frente, con un tono burlón procedías. Mi cuerpo ha florecido entre las espinas viejas, mi voz es dura como la piedra, no existe necesidad de mirarte a los ojos. Con mis manos arranco las flores marchitas.

Cuanto me hiere, y despierta en mí, el aroma de mil pétalos.



miércoles, 19 de septiembre de 2018

No te escribo

A ti, pájaro solitario, con el dolor de mi alma, reposo nuevamente senil, recuerdos del pasado.
Lloro a veces, me encierro, hablo poco y desperdicio mi tiempo. Veo en las nubes deformes fantasmas, y me retuerzo, me espanto. Viajo para ser irreal y creerme pequeño, me escondo al doblar en la esquina y sigo mi camino. No recuerdo su nombre, tampoco su cara, aunque hablamos mucho tiempo y parecía importante.

Es aquel el rito de fuego, la mirada profana y la dulce melodía de las voces serias. Cuando te oí, oía el canto de las aves. Aquí el Mundo es más necesario, no hallaré la forma de callar lo imposible, así que te veo desnudo, y te escribo desnudo; ahorremosnos  discreciones y seamos sinceros. Te fui a buscar, voz del silencio, te llevé de la mano a la montaña más alta y nos dejamos caer, en la caída infinita de los ídolos me contaste algunas cosas; aquello extraño que guardabas con rigor, ahora que pienso en ellos quiero escribir sobre lo que me llamaba tanto:

Cuando los pájaros aprendieron a volar:

Se volvió niño cuando lo vio venir, y no necesitaba ya nada. Es inquietante hablar.
La sensación del viento fuerte para emprender el vuelo es lo primero, luego volar.
Podíamos inventar, una historia fuerte, un refugio auténtico, en el jardín dulce y profano.
Nos hallábamos solos, y podía ver a través de los pájaros, osaban volar, su tenue figura.
Quienes aprenden del vuelo de las aves, la copa sagrada, el baile místico.
Y es más simple enfrentarse al Cielo, desnudo, inmenso.





lunes, 3 de septiembre de 2018

Mi mano, sobre tú corazón abierto

Y despertaba de nuevo con esa sensación de haber sentido demasiado mientras mis ojos lucían cerrados, y dormía. Ayer escribía versos simples y ahora se transforman totalmente, para parecer más nosotros, y queríamos correr y vivir más y llorar todas las flores, escucho una canción y los días vuelven a ser gratos. Escríbeme alguna vez, escríbeme más, y más fuerte para poder escucharte bien y dejar de pensar tanto.

Un poeta recoge una flor, un poeta llora al caer la noche,
enamorados del Cielo y de los árboles, en la montaña el viento es más.

A ti tengo muchas cosas que decirte, vejez intrépida y descarada;
necesito, gritar algunas cosas que me suenan a verdad, dame un momento,
y ahora nos conocemos de nuevo, ha pasado tiempo, no creas nada:

Ya hemos escuchado demasiado, y llegaron gritando y haciendo ruido, el silencio era tan  poco,
teníamos que taparnos con frazadas para volver a dónde queríamos estar. Hacemos nuestras maletas para irnos de viaje y poner en la balanza algunas cosas más.

Carta a mi amigo, el que siente:

No me cuentes, otra vez volvió a pasarte, la vida por encima, y te destrozó un poco, y lloraste tanto que por dentro creciste. Este viejo del que te cuento volvió a hacer de las suyas, y terminé dándome cuenta de todo un poco, porque sabía escuchar, y me acuerdo cuando me contaste algunas cosas tuyas, que parecían sinceras como siempre, y me golpeaba, tan fuerte que se me derrumbaba el Mundo que había construido. Puedo contarte, que he aprendido a escuchar las voces que suenan despacio y los ritmos de los corazones abiertos, si me concentro también lo siento, la flor se había abierto, y tenía muchos pétalos.

No me leas amigo, no me leas. Puedo quedarme a hablar un poco más, cuando me propuse escribir el libro del que te hablé, lo sabía demasiado; y me has ayudado un poco cuando el puñal que llevabas puesto en el corazón dolía. Me has ayudado más, cuando fuiste una copa y te quebraste, cuando fuiste el Sol, Mar inundando todo, y la fuerza completa del dolor.

Ahora me río por que soy pequeño, y cuando te veía a ti escribiendo y luego saliendo a la calle a jugar para alzarte de nuevo ante las barreras, rompiendo límites, haciéndote con las mil Guerras;
te quise, te quise atrapar entre mis manos y jugar, jugar como niños. Me hiciste feliz, tú que lo sabías todo, que fuiste muy joven también para poder reír, y viejo para entablar conversaciones profundas.

En el cerro cumplimos nuestras promesas, ahí volvimos siempre a encontrarnos con los amigos. Te acuerdas esa vez que parecíamos lejanos, y trababa de entender aquello que te hacía grande, y me enredaba en mis pensamientos, de niño de luna.

A mis pasados, le dedico unos versos finales, adios, adios, que has crecido demasiado. Leamosnos mañana para seguir sintiendo más. Amigo, has hecho de nosotros un viaje, las tormentas son brisas cuando volamos cerca, cuando solíamos correr por el bosque, prendíamos el fuego interminable. Ahora reposas, respiras, te alivias un poco, un poco más. Te escucho, en silencio, nos convertimos en pájaros.

Viejo amigo de los viajes, viejo amigo del peligro, de la locura, de la mirada fría, y los recuerdos, me conoces.