jueves, 31 de mayo de 2018

Fui a buscar

Cuando escribo sólo escribo para mí, no me interesa la gente, su humanidad,
cuando escribo me vuelco hacia adentro, dónde estamos todos.

El eterno retorno, querido amigo:

Jamás volveré, nos encontraremos en el tubo, desde dónde miraremos al Mundo como es en realidad. Me contaste un par de cosas y entendí algo. Aquellos sueños que compartimos y las voces cuchicheando a lo largo de la Ciudad. Vivimos el Mundo como se nos antojaba a ratos, nos creíamos vacíos porque al menos era una forma sencilla de respirar, nos mirábamos para burlarnos entre nosotros de nuestras caretas. ¡Cállate! Quita esa cara de cuestionamiento constante, vamos a jugar un rato. Íbamos a tirar piedras como bombas que caían sobre el Mundo, así lo veía yo. Y empecé a escribir sobre el yo, el quería mucho más que todo esto, quería el viaje y la aventura, se lanzaba sin temor a destruirnos, cada vez más cerca del tubo, desde dónde sólo podíamos observar.

Hoy tuve un sueño dentro del tubo,
creías que podías respirar bien, yo te veía confundido,
viajé para darme cuenta cómo podía mirar desde el otro lado, acertaste
me alegra saber algunas cosas, sigo plenamente descendiendo por aquel tubo.

Ellos jamás vieron lo que estaba ocurriendo, yo ya me estaba mojando los zapatos de nuevo
me reía también cuando supe de los insectos que rodeaban el tuvo cuando se ponía oscuro,
era aterrador, pero también siempre fue un paraíso optimista, grité y me enojé también,
seguía siendo yo, los caracoles seguían siendo lo peor.

Tengo un recuerdo que no es mio y lo disfruto igual, también los robo y colecciono,
ese dónde estábamos mirando la ciudad de lejos a lo alto de un monte, era de noche, habíamos corrido bastante para llegar ahí, y las luces por Dios, sobre la ciudad,
era el mejor  Mundo, me gustaba más que ir al colegio y seguir intentando ser parte de algo,
cuando escapamos queriendo huir, pero también terminamos dentro del tubo, y dijiste chao.

He añadido muchas palabras nuevas a mi diccionario mental, la cabeza se abrió de nuevo,
hay una atmósfera que me reconforta, como las plazas en la madrugada cuando aún es oscuro, o las carreteras a toda velocidad vacías por las noches, en invierno cuando amenaza la lluvia o el frío.
Cuando tomábamos cualquier micro que nos llevará a la playa para escaparnos de nosotros mismos, el sonido del Mar y las nubes que rayaban el Cielo. Y el tubo demoliendo la visión natural.

Los recuerdos tomados me reconfortan, cuando me escribías pensaba lo lejos que podrían llegar esas palabras. Ayer intenté salir del tubo sin hacer nada, a veces perdía la cabeza y me ponía a contar estrellas o a imaginar como se llenaba la pieza con el humo negro saliendo por mis narices, espeso, denso, desde dónde comenzaban a salir imágenes danzantes de seres alargados que perdían sus figuras entre los nubarrones negros. Era un paraíso reconfortante, pero vacío afuera del tuvo, estando ahí no estaba cómodo en forma alguna, parecía más real pero no lo entendía. Existía un frío tacto entre lo que estaba ocurriendo.

Mientras tanto en la pieza contigua dónde había dejado el jardín, jugaban los niños. Era enorme, y perdido, a veces me daba el tiempo de llagar hasta las profundidades y me daba cuenta que tardaba horas. Siempre encontraba lugares nuevos, seguramente ellos los hacían. En una ocasión me encontré con una pequeña casita muy bien construida, pero pequeña, tan pequeña que entraba de rodillas, dentro sólo caía en una posición recogida. Se trataba de un altar, a la derecha frente a la luz que entraba de una pequeña ventana, un flor descansaba en un jarrón de plata, se trataba de una niña, una flor con un pequeño rostro de niña que dormía; no la quise despertar. En las paredes habían pegados dibujos y canciones, eran varios recuerdos coleccionados, me quedé prendido en uno dónde se veía un niño descansando en una playa desierta y unos versos: "Querido nadie, he llegado al final del recorrido, la playa es calma y tibieza, el tubo ya no está, soy uno".







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