jueves, 10 de mayo de 2018

La isla de las verdades

Nunca quise entender las reglas, es que algún día el Mundo se vuelca dentro de nosotros,
cuando lo conocí siendo niño aún era muy liviano,
sus pies de niño me recorrían y quería ser algo más grande,
la emoción que me invadía también tenía miedo,
cuando lo veo ahora me doy cuenta que la vida siempre fue para nosotros un sueño.

Te seguí, como siempre, esas costumbres ambivalentes. Te miraba como se miran a los grandes pájaros de remotos tiempos, esos que danzan con plena soltura aún siendo viejos y vuelan más haya de ellos mismos. También quise contarte esa historia que me retenía lejos de mí, en mi pesado mirar hacia los niños. Deambule, hasta llegar a cuando eramos viejos, y mi niño aún completamente despierto me seguía gritando, él siempre tan consciente, él siempre tan pequeño.

Mi pequeño Mundo lo cree después y acaso tiene su propio valor sobre las cosas. Aquellos niños vacíos eran todo para mí, los estuve entrenando de a poco, y con soltura. Entendí que ellos tenían alma propia y me hablaban de sus pasados. Existía uno muy pleno en su consciencia, había vivido una catástrofe y su mirada seguía siendo plena como siempre lo fue. De niño disfrutaba mirando a los adultos y sus irreprochables conductas, él tan sólo quería la emoción de la vida y por eso siempre fue calma y cordura. Las mil guerras habían pasado, esas que ocurren en el exterior, pero dentro de el se iniciaba una nueva, esos pequeños ojos siempre me hacían querer llorar, siendo tan pequeño ya entendía demasiado y un gran sacrificio se había plantado en él y me acompañaba con su sonrisa de buen presagio.

Yo le contaba a los adultos lo que podía ver hasta que me cansé, nadie quiso escuchar, nadie entendía esas formas complejas  de un niño con pies de barro. Siempre tenía la cara sucia y las rodillas rotas, nunca me importo si mis juguetes eran sólo pequeños botones de colores, en mi Mundo era más real y con más sentido. La soledad también se vivía de forma llena, y los encierros y los mil cuentos que nos contaron y pensamos que podías ser ciertos. Yo quería como se quieren a las nubes esponjosas mientras el Sol cubría mi rostro con calidez, jugábamos en el barro y huíamos de nosotros.

Hace poco complete un nuevo niño, su naturaleza retorcida y sus pequeños ojos de bondad, no tenía suficiente criterio de el mismo como para entender hacia donde iba, pero iba fuerte y seguro en la tormenta de la vida. Se había roto mil veces, yo lo miraba también asustada, me acercaba a hablarle y su expresión era fría y a veces podía cambiar radicalmente, me tenía sobre su Mundo porque era mucho más de lo que habíamos visto. Realmente había aprendido algo, a ser sobre si mismo en un gran refugio de personajes que lograban desprenderse de él en cuanto necesitaba volver al huevo. A veces lo abrasaba y era ácido. Había caminado descalzo mucho tiempo y sus pies siempre eran fríos y sus manos se llenaban de barcos y fantasmas. Hablaba con soltura con los demás porque los entendía muy bien, él ya se había escuchado demasiadas veces. Por las noches se arropaba sólo y se iba a dormir, sus sueños contaban historias de otros Mundos con sufrimientos sobre la destrucción del SOL.








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