jueves, 16 de agosto de 2018

Fin de la eternidad

"Qué fácil callar, ser serena y objetiva con los seres que no me interesan verdaderamente, a cuyo amor o amistad no aspiro. Soy entonces calma, cautelosa, perfecta dueña de mí misma. Pero con los poquísimos seres que me interesan… Allí está la cuestión absurda: soy una convulsión. De allí proviene mi imposibilidad absoluta para sustentar mi amistad con alguien mediante una comunicación profunda y armoniosa. Tanto me doy, me fatigo, me arrastro y me desgasto que no veo que instante de liberarme de esa prisión tan querida. Y si no llega mi propio cansancio, llega el del otro, hastiado ya de tanta exaltación y presunta genialidad, y se va en busca de alguien que es como soy yo con la gente que no me interesa."  Alejandra Pizarnik.

Fin de la eternidad

En sueños nos volvíamos viejos y descubríamos el Mundo, era una trampa inmortal.
Viajábamos en grandes embarcaciones de otros tiempos para encontrarnos como otros.
Mirábamos el Sol al desnudo para parecer reales e inmensos, éramos luminosos, queríamos vivir.

    Ya hemos pasado demasiado tiempo bajo esta Tierra, que creemos inmensa, no encontramos más pretextos para quedarnos aquí, cómodos, tranquilos. Ayer llovía dentro de nosotros y decidimos partir en busca de nuevos horizontes, para hacernos sentir de nuevo. Creo que hay algo inagotable en el sentir humano, como una explosión en expansión.

   No teníamos ninguna respuesta cuando sólo podíamos amar, y callados y serenos esperábamos en el alba. La primera desolación es que veníamos solos, la segunda que apenas hayamos cobijo en el amor, dejaba de ser la vida insufrible. Los he visto durante mucho tiempo, los he visto llorando por las calles, apretados, indiferentes entre ustedes. Los he oído también, viniéndose en el Mundo, muy dentro, con un tambor en el pecho. A veces creímos que sentir pudiese ser innecesario, cuando lo más necesario era gritar y sacarlo de una vez, la locura, el delirio, el rostro convulso, la mirada tenue y dura.

   Entre sílabas inventamos algo, suplicamos aquello que nos hiciera valorables, y ahora, que el Mar es más profundo, y el verde de los árboles es más intenso, sentimos de esta manera. Aquí ya no existe el lenguaje, sólo nudos en la garganta; y hay muchos que entienden que tras una experiencia la vida se vuelca hacia adentro, tan profundo, tan inmenso. Provocando vivimos mejor, el verdadero sentir humano, ese donde olvidamos que estamos de pie y sólo sentimos el amanecer sobre nosotros.

   Ayer eramos niños, seguimos siéndolo. Unos seres llamados únicos, unos seres hechos de oro, en su necesidad de existir. Colamos entre pequeños orificios los que nos hace daño, vamos botando algunos trozos a medida que entendemos, que nos escuchamos. Deseábamos seguir jugando, corriendo y saltando para sobrevivir, deseábamos más que nada la ilusión de la vida, apenas perdimos esas formas, no estaremos demasiado lejos de ser comprendidos.

  A los enmudecidos yo hablo, con fervor, con prisa. No quisimos nunca esto, ni siquiera intentamos algo, nos quedamos mudos y atónitos ante el gran espectáculo. Nuestras máscaras eran intensas, nuestro sentir nos privaba demasiadas veces. La ira de los Dioses y los poseídos, muéstrate para que podamos beber del elixir de la vida. Acostumbrándonos a nuestra presencia, dejar de hacer ruido. Retomamos las palabras de nuestros ancestros, para ser reales, ante la muerte.



 


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