viernes, 3 de junio de 2022

Sin

 La placidez de la mitad


Estaba enojado la mayoría del tiempo, nunca pensó que alguien escribiría sobre él, al menos cuando se sintiera identificado.


El no podía escribir, ni hablar bien, ni hacer tantas cosas. Pero para cuando yo habría muerto, el sí podría lerme, sin enojarse, cumpliendo las condiciones, y la única manera o puente de la escritura fiel, era la dimensión vacía que existía entre nosotros, sin intimidad. 


El se aburría en la intimidad, pasaba un tiempo y se aburría y volvía a las mismas andanzas. Le costaba admirar varias partes aún, sin lograr mirar su sombra en el espejo a pesar de demostrar lo contrario.


Porque aunque no quisiera verlo, aquel era un proceso doloroso, así que escribir acerca de su verdadero ser era una herramienta difícil y para su amigo viejo no lo era tanto.


Así que es mejor que no se conozcan y dejarlos lejos, recorriendo entre tiempo y tiempo otros lugares.


La ficción interna tomaba tiempo, como el lenguaje se iría construyendo. Los personajes suelen ser superficiales, como la dimensión que hay afuera cuando nos alejamos de todo lo que nos identifica. Es aquel el paraíso optimista, dejar el sentimentalismo, en el espíritu de este tiempo.


Sin dejar de lado este plano profundo. El espíritu de la profundidad de mantiene hermético. No muestra más de lo necesario y habla mucho. En algún plano de la intimidad, el se encuentra, pero no está a gusto. 


Quien lo miraba parecía más cercano e íntimo, mientras más se mirara hacia adentro y aquello es un misterio.


No puedo escribir sobre algunas cosas.

Dame tiempo porque lo estoy comprendiendo sin quererlo.

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