miércoles, 4 de octubre de 2017

Sobre tu rostro


¡Quien pondría esas palabras sobre tu boca!
¡Sobre tu rostro, impío!
serpiente que brota y renace;
sabes que sobre tu rostro cae una sombra,
aprecia esa pequeña lucidez del alma:

Sabes una cosa,
pequeño libro;
si miles de soles cayeran esta mañana,
y sólo nosotros entendiéramos lo que esta sucediendo;
ahí sabrías que debes correr sobre tus ojos y mirarme,
porque tan sólo una mente hace falta en este tiempo,
esa que esta dispuesta a crear ventanas
y puertas sobre el vacío entre nosotros.

La piel que te cubre hace de sombra,
un puño de hierro sobre tú hombro,
que frío es el silencio cuando se escucha bien.
Una vez quise ser sincera,
pero todos dieron la espalda al Mundo,
mi sable sabía a sangre y roble,
y bajo las ataduras de un gran Rey, vi el Sol nacer como nunca.

Cuando me convertí en un hombre de historias,
supe contar mejor lo que había sentido,
no de forma real como aquellos hombres,
sino como aquel mito,
del hombre en su castillo,
 que vivía preso de un sueño,
y sus días pasaban y sus noches pasaban,
más su sentir se hizo grande y cuando quiso volver,
vio su reflejo en el agua.

Aquel reflejo era gris puro,
y su mirada era dura;
no sabía ya de que se trataba todo esto,
sólo sabía que su guerra había comenzado,
y que su sable empuñado debía morir.

El rey del solsticio de verano vio nacer aquel hombre,
de mirada dura y sable empuñado,
le dio una orden, tan sólo para saber,
que existían seres tal como él,
que entendían más haciendo,
y dando a cabo y morir y nacer.

Sabía que aquella mañana era especial,
porque un hombre murió cuando el Sol nació.

"Sobre mis pisadas,
el suave viento de la mañana,
rocío de lágrimas,
sobre el corazón, un sable".











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