viernes, 6 de octubre de 2017

Sara en el umbral

La mujer que ensueña con un velo de razón
que te estremece sobre sus brazos de hiel
con sus cabellos serenos, tranquilos,
infinitos sobre su nuca y su piel.

Mira la razón que cuela sobre sus párpados húmedos
y entiende más de lo que sientes,
te sobrecoge con sus ojos pálidos,
y quiere ser más.

Bajó de un tren para esperarte en su sombra,
que cálido es sentirse de esa manera.
Verla ante la penumbra y saber que te observa.
Llorar fue lo que hiciste ayer.

Me paro ahora frente a tú paisaje.
Bajo esa Tierra sin caminos.
Hay muchas razones para mí para desaparecer.

Ayer yo existía sin saberlo.
En medio de este paisaje la naturaleza es mía.

Una benigna razón gobierna, cuando el origen de las estrellas
es probado sobre nosotros.

Estamos llenos de secretos,
él podría estar un poco exaltado,
sabes que he pasado tiempo sobre el cáliz de fuego,
 y es cierto lo que se ha dicho.

Esa abrasadora mirada que intenta decir,
regresemos a nuestro Mundo.

Escribo del ápice de la voluntad,
sé que a veces decirte que ya he vivido mucho no es suficiente,
la experiencia vuelve a mí y también saber comenzar.

En su pecho desnudo vi nacer una luz,
su camino es un poco más brusco,
un poco más absurdo, entre fuego y hiel.
Apresurada entrega, ciñe, su figura tenue.
La marea se torna pesada y la llave sufre.

Se tornan azules los seres que ella ve,
la Mujer que había sido siempre sobre la copa de la vida.
Hacer frente a Sara en el umbral de la inocencia.
Ella camina, y ve profundamente a través de ti.

Cuando pronuncias su nombre aparece en el umbral,
su mirada es dura para muchos,
azules son quienes entienden la décima parte del Mundo,
quienes enfrentan sus ojos, giran en un Mar de brumas.

Espera, tranquila, incauta,
a los pies del jardín, al comienzo del camino.
El caballo ruge, se aploma,
poseído por la voluntad de quien aguarda.

Las raíces calan ondo en quienes tienes los rostros azules,
Sara, es díficil de obedecer a mis instintos,
eres un hombre vestido de oro.
No puedo mentir y no tengo elección alguna.

Destrozó su rostro y se fue a la fuga,
sentir el frenesí, la exaltación, la lucha;
¿Qué de bueno hay en morirse?
cuando simplemente no sabemos que hacer.

Aguarda en el umbral hasta el amanecer,
tú propio amanecer,
que la lluvia del invierno sea tú sangre.
Sara me abrazó y me sostuvo,
cuando caí hasta lo profundo y sostenía mi voluntad,
con temor, con miedo.














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