jueves, 26 de octubre de 2017

Inocencia


Mi pequeño rostro de arena recorre tú luz,
mira como eres, ahora que estás hecho de sal
y que tus manos saben querer.

Hace muchos años escribí una historia,
que alzaba los corazones con tan sólo escucharla,
esta historia no era para cualquiera,
sino para los oídos capaces de oír,
en lo más profundo:

La luz poso la mirada sobre cada pétalo,
nuestros rostros se volvían rectos,
y nuestros ojos grises sobre la más cálida luz del Sol,
calzaban con un espíritu colérico.

Cierra los ojos sobre tus vacíos,
hay un niño de fuego.

Muy joven sentí lo duro y frío de la existencia,
mis ojos vieron el dolor de cerca,
mi corazón seguía latiendo y mi ser se desmoronaba,
déjame morir un minuto más.

Cuando abrí los ojos dentro de la fría muralla de piedra,
sentí la soledad más profunda del Mundo,
y mis ojos se hicieron trizas,
y tuve que ser más fuerte de lo que podía.

No pude gritar cuando lo vi morir a causa de mí,
su pies fríos, la sangre corría en su pecho fuerte.

De niña pude ver, a los que se miran tras la ventana,
rostros sucios, rostros duros, invisibles para mí,
que huía con un tono inseguro,
de mis pies de niño,
de mi inocencia perdida.

Un ser corrompido.






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