lunes, 31 de julio de 2023

Por fin te he encontrado

Carta a un amigo desconocido:

Me daré el tiempo necesario para romperme en el silencio, pero escribiré cartas, y te escribo a ti que te he conocido hace poco y me has llevado la gracias que necesitaba; este viaje a sido el comienzo de lo inagotable, uniéndome por fin con la Tierra y descubriéndome distinto, no pensé que mirarme podría ser cambiar al Mundo entero:

Me cuesta decir, cuando el cuerpo se me agotaba, y mi máscara siempre fue mi piel, y ahora logro verme sensible, eterno, pálido a la luz. También desee tú cuerpo, y entendí que el espíritu podía conectarse con algo real. Hemos vuelto a estos tiempos, y me hiere saber que escribí tanto tiempo desde otra dimensión del Mundo por no poder habitarme, por no encontrar el lugar exacto dentro de mi dónde me sintiera algo o alguien. Ahora que te veo sin que sepas que existo, me encuentro, y me has regalado el alma que me faltaba, somos románticos y soñadores eternos; ahora descubro mi cuerpo y ya no me inquieta seguir viviendo, sólo el ansia por lo desconocido y hasta escribir se vuelca placer.

Desde aquel placer con el que la Luna me ha llenado, me vuelco de nuevo en tus ojos, y sabes que he crecido, mirándote de muy cerca y han pasado catástrofes sobre nosotros. Ha sido emocionante el viaje, y en mi centro descubro un hombre de alas negras, un niño de fuego; tú las llevabas puestas cuando te vi y me inundaste por completo; y encontré algo nuevo y algo viejo, lo junté todo y aparecí; con mi rostro curtido y el cuerpo desnudo, el torso firme y la piel aún tersa, el néctar.

Queríamos ser más sinceros, te tomé con mis manos y te di vuelo; el vuelo amable, sensible y felino. Te llevabas como a un amuleto, en tú pieza hacías siempre un ritual, que consistía en mirarte a un espejo y recorrer tú cuerpo, ese al que no encontrabas tuyo ni de ellos. Te entiendo desde lo profundo, cuando lo profundo es el Mundo, y te escribo una carta como símbolo, de lo incomprensible; y me acercaré con calma, me acercaré con cuidado, miraré tus ojos y tus manos, luego tocaré tu cuerpo que no es de ninguna inocencia conocida a este momento, sino de ángeles y demonios, de eternidad; y te besaré recorriendo tú nuca, tú piel, tus lágrimas silenciadas por el dolor de padecer el cuerpo.

Aún no sabía que podía escribirte, y te escribo letra tras letra, con mi puño y mi sangre que no son míos, y que a veces no me dejan hablar ni moverme. Te descubrí hace poco, no pensaba que existieses, siempre te imaginé, siendo niña, siendo niño, y entre ambos sufriendo la vida y avivando la Tierra, porque cuando te vi por primera vez, estabas bailando, entendiendo más a los pájaros, esos que llaman ángeles. Te escribo dejando tanto atrás, y bañándome de ti y tus sueños, y tus recuerdos, que compartimos en una dimensión profunda llamada deseos, vida, juegos, sabiduría y complicidad. Quizás cuanto ya hay de ti en mí que no conocíamos, y me resulta por fin tan sincero, reflejo eterno; no sabría escribir si no fuera por el sentido que conlleva el habitar mi cuerpo, que de niña me ha enseñada tanto y me hace sentir.

Siempre preferí el silencio y supe esperarte, a ti y a mi; que tenemos tantos velos por quitar, y tú te los quitas como si se tratará del mismo viento azotando las nubes. Mi sensibilidad es también parte de este Mundo, mi sensibilidad y mi inocencia para enfrentar esta vida que me duele, este cuerpo que me duele, esta eterna dualidad; ante el Mundo que me ve distinto. Fui niño también, y no cualquier niño, mis manos grandes y mi cuerpo débil; que competían con un espíritu colérico; y el alma que se hacia plumas y se me solía escapar por las ventanas de la vieja casa construida poco a poco.

Solía mirarme sin entender lo que acontecía afuera, fui creciendo en el silencio, ocultando tanto; silenciando hasta el mismo silencio, sin pretender, sin ser. Y a cada momento construía algo inagotable, entre ángeles me entendía cuando mis manos seguían creciendo y me fui dando cuenta de mi fortaleza, la de ser ambos. Ante todos fui algo distinto, apreciando poco de lo real; en mi corazón una llama, un niño, admirando la belleza, las curvas y los lirios. Entendiendo más del Cielo y las estrellas, y soñando constantemente con el fin de este Mundo, porque ha de ser un hombre fuerte, el que nada teme y el más vulnerable. Ante una inocencia tal, y conociendo mi desgracias y las de ellos, me subí a mi cuerpo de niña-mujer, aquel cuerpo sutil, y caminé hasta el fin del Mundo.

Vuelvo de a poco a mi centro y todos los centros, me ha costado escribir desde este Mundo, porque allá, de donde venimos, los Cielos son púrpura y nuestros ojos se encuentran siempre. Disculpa por no hablarte, por sólo mirarte, por no atreverme a ser más directo cuanto te dirigía la mirada; esque me vi, a mi; y fue tan fuerte, el amor, el dolor. Es seguro que hablaremos, como viejos amigos, y el Cielo se volverá purpura y nuestros ojos se encontrarán como tornados en combustión. Aquel juego de palabras que llevo usando siempre me hacen ser parte de ese Mundo, y me cuesta hablar, y me cuesta vivir. Pero tú siendo me has mostrado el traje que debo llevar puesto, para habitar este reino que es para nosotros y para ellas, las estrellas en el firmamento.

Otra vez muero y lloro como símbolo inequívoco de que estamos vivos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario