miércoles, 19 de septiembre de 2018

No te escribo

A ti, pájaro solitario, con el dolor de mi alma, reposo nuevamente senil, recuerdos del pasado.
Lloro a veces, me encierro, hablo poco y desperdicio mi tiempo. Veo en las nubes deformes fantasmas, y me retuerzo, me espanto. Viajo para ser irreal y creerme pequeño, me escondo al doblar en la esquina y sigo mi camino. No recuerdo su nombre, tampoco su cara, aunque hablamos mucho tiempo y parecía importante.

Es aquel el rito de fuego, la mirada profana y la dulce melodía de las voces serias. Cuando te oí, oía el canto de las aves. Aquí el Mundo es más necesario, no hallaré la forma de callar lo imposible, así que te veo desnudo, y te escribo desnudo; ahorremosnos  discreciones y seamos sinceros. Te fui a buscar, voz del silencio, te llevé de la mano a la montaña más alta y nos dejamos caer, en la caída infinita de los ídolos me contaste algunas cosas; aquello extraño que guardabas con rigor, ahora que pienso en ellos quiero escribir sobre lo que me llamaba tanto:

Cuando los pájaros aprendieron a volar:

Se volvió niño cuando lo vio venir, y no necesitaba ya nada. Es inquietante hablar.
La sensación del viento fuerte para emprender el vuelo es lo primero, luego volar.
Podíamos inventar, una historia fuerte, un refugio auténtico, en el jardín dulce y profano.
Nos hallábamos solos, y podía ver a través de los pájaros, osaban volar, su tenue figura.
Quienes aprenden del vuelo de las aves, la copa sagrada, el baile místico.
Y es más simple enfrentarse al Cielo, desnudo, inmenso.





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