“La lectura nos presenta una especie de espejo frente a los ojos de nuestra mente, para que nuestro rostro interior pueda ser visto en él. Así aprendemos a conocer nuestra propia fealdad y nuestra propia hermosura (…) porque deberíamos transformar lo que leemos en nosotros mismos” (Cit. en Carruthers 168-169).
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